Juicio por torturas: pidieron prisión perpetua para la requisa

La Procuración Penitenciaria solicitó la pena máxima por el delito de tortura seguida de muerte para los efectivos. El menor pedido fue de seis años. Es el primer caso contra el servicio federal en llegar a juicio. La querella realizó una desgarradora descripción del camino que padeció Pelozo Iturri.

La querella en el juicio por la muerte por torturas en la ex U9 aseguró que los integrantes del grupo de requisa del penal “sólo dejaron de pegarle cuando murió” el interno Argentino Pelozo Iturri. La Procuración los consideró autores del delito de tortura seguida de muerte, con el agravante de haber sido cometido por funcionarios públicos y en grupo.

“Sólo acusamos a los que tenemos certeza de que son responsables”, explicó el querellante Rodrigo Borda. Destacó que se trata de un juicio histórico, porque en democracia, no hay otro caso en el fuero federal que hubiera superado todas las vallas para llegar a sentar en el banquillo a un grupo de 15 penitenciarios acusados de torturar hasta matar a quien estaban bajo su custodia.

El 8 de abril de 2008, después de un recreo de media hora en la ex U9, encerraron a todos en sus celdas. Al menos seis agentes entraron en el “buzón” o celda de castigo de Pelozo Iturri y comenzaron a pegarle.

Otros internos sentían los golpes de los puños como de “alguien sujetado sobre la pared” y los gritos desgarradores de dolor. Sonó un silbato y se sumaron a la golpiza penitenciarios que estaba en la celaduría, en el piso superior. Cuando lo sacaron de la celda de castigo hacia el pabellón “arrodillado le pegaban, forcejeaba y le dieron un palazo en la garganta, con eso cayó y otro se le subió arriba del pecho y giraba sobre él”, fue la descripción en las dos primeras etapas de los golpes que sufrió Pelozo Iturri en el trayecto desde el pabellón 10 hasta la enfermería.

“Pero no paró ahí”, describió el querellante Sebastián Pacilio, del equipo de la Procuración Penitenciaria. Agregó que en el camino hacia la enfermería otro integrante de la requisa le dio con la tonfa en la cabeza mientras lo llevaban de pies y manos. Cuando Pelozo cayó por la escalera, cerca de la capilla, un grupo de no menos de 8 agentes le seguía dando patadas. Uno le tapó la nariz y le agarró la tráquea, lo que se denomina “tortura tumbera”.

“Se escuchaban gritos desgarradores para cuando uno le dio con la cachiporra en la cervical y lo dejó inconsciente. Llevaba la cabeza colgando. Pero no sería la primera vez que perdiera el conocimiento”, describió Pacilio.

La Procuración detalló cómo entre tres le siguieron pegando ya inconsciente en la enfermería. Con los escudos lo ahogaban mientras otro le pisaba la cabeza”. Los golpes siguieron mientras estaba esposado bajo la mirada del médico y del enfermero del penal.

No faltó en el cuadro de situación el segundo jefe de la ex U9, José Sosa, también acusado de permitir la tortura.

“Eran gritos aterradores, decía paren de golpearme que me van a matar; por los gritos que se escuchaban en la enfermería parecía que lo estaban carneando”, fue la descripción de diferentes internos en distintas zonas donde lo arrastraban, ahogaban o lastimaban en grupo.

“El testimonio de un preso es igual a cualquier otro testigo, se sobrepusieron al miedo y contaron lo que vieron y escucharon”, sostuvo la querella.

Remarcó que los dichos de los internos “fueron respaldados científicamente” por los informes de los peritos de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, no sólo con las fotografías de la autopsia, los informes anatomopatológicos y los documentos médicos, sino también de los testimonios de quienes no colaboraron con la muerte: otros penitenciarios o las médicas del Castro Rendón que recibieron a Pelozo Iturri cuando ya estaba muerto.

La acusación sumó el delito de falseamiento de instrumento público y encubrimiento para los funcionarios del penal , por los informes y sumarios elaborados con el fin de tapar la muerte.


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