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Qué hacemos

La palabra, como derecho y como medio, se manifiesta y se vuelve posible de diversas maneras. Entre ellas se destaca un espacio en particular: el diálogo. Que se concreta en un tiempo, un lugar y una actitud compartidos, deliberadamente, para la escucha y la conversación.

En nuestro caso, el diálogo es un medio a través del cual avanzar en el cumplimiento de la misión institucional de la PPN: prevenir las violaciones a los derechos humanos de las personas privadas de libertad.

Elaborar, probar, repensar y mejorar dicho método es una de las tareas que venimos realizando como practicantes del diálogo del programa MdP.  

Más de 500 encuentros para el diálogo llevados a cabo en cuatro unidades penitenciarias federales, las numerosísimas conversaciones mantenidas con integrantes de distintas comunidades carcelarias, la observación constante de sus relaciones, valores y perspectivas, sumadas a las abundantes y ricas reflexiones de nuestro equipo de trabajo nos han permitido seguir creciendo en participantes y espacios.

Como practicantes del diálogo nos compete la tarea de conversar con todas las personas y las instituciones que quieran hacerlo, incluir y crear condiciones para hacer posible lo que, en contextos de encierro, parece muy improbable: el diálogo. 

El diálogo, tal como lo practicamos desde MdP, incluye un equipo de personas externas e independientes con relación a la comunidad de encierro, que se organizan para facilitar el diálogo. Es decir, para colaborar en favor de que las personas puedan ejercer el derecho humano a la palabra.

En los encuentros para el diálogo, nuestro aporte como practicantes se enfoca en la creación de un clima humano de respeto, confianza y seguridad, donde se pueda ejercer, con libertad, el derecho humano a la palabra. Para facilitar el diálogo, promover la palabra y la escucha debieran bastar algunas propuestas, preguntas y dinámicas de las personas que vienen “de afuera” del ámbito carcelario.
Sin embargo, nuestra aspiración es que los participantes se apropien del diálogo y lo practiquen por sí mismos, prescindiendo de nuestra ayuda en cuanto les sea posible. Esa singular aspiración de nuestras intervenciones se suma al hecho de que las circunstancias y los protagonistas del diálogo, en los lugares de encierro, cambian constantemente. Por eso nuestra modalidad de intervención supone una constante dinámica de acción+capacitación.